17 de febrero 2017

Hoy despierto después del sonido de mí ya establecido despertador a las 5:30 am. Abro los ojos y solo quiero silenciar ese molesto y fuerte sonido que ha eliminado al silencio que imperaba la noche. Mi cuerpo dormido me pide unos minutos más de sueño. Pero sé que no puedo concederle más descanso. Sé que debo comenzar mi día para hacer lo mismo que hice el día anterior, y un día antes a ese, la semana pasada, incluso el mes pasado.
Me meto a bañar y aunque el agua que brota me mantiene a una temperatura confortable, no puedo disfrutar de ello, no puedo disfrutar de las gotas recorriendo mi piel como si la acariciaran con ternura. Porque me recuerda que el día anterior hice lo mismo a la misma hr.
Salgo de mi casa, tarde como siempre y enojada por ello. Subo a mi coche y me encamino a un viaje por las mismas calles que siempre recorro. Paso por los mismos topes y esquivo los mismos hoyos. Doy siempre las mismas vueltas. Hago una parada en donde mi hermana se baja del coche. Y sigo el mismo camino de todos los días. Derecho, vuelta a la derecha, me incorporo y vuelvo a doblar a la derecha. Debo buscar un espacio en la calle en donde estacionar mi coche. Entrando a la escuela me recibe la policía que repite todos los días "buenos días chicos, la credencial chicos." Y entonces me pregunto cómo me lo pregunte ayer "¿no se cansa?" Y sigo mi camino.
Entro a mi salón cargando mi mochila, busco mi lugar, nada difícil de encontrar, siempre ahí entre las mismas personas bajo el mismo foco que alumbra. Al fondo a la izquierda.
Me siento, y como todos los días debo escuchar la oración. Que siempre dice "viva Jesús en mustios corazones"
Inicia la clase, comienza el reloj 7:00 am y sé que debo sentarme a escuchar al profesor, tomar notas, pero sobre todo esperar con ansias 50 minutos a que suene la campana solo para salir del salón 10 cortos minutos, tomar un poco de aire fresco y cruzar unas pocas palabras con quien sea que solo me distraiga para no estar sola y observar estúpidos transeúntes por los pasillos y el patio.
Cuento los minutos, las horas, las clases, los descansos esperando salir de la escuela. Salir de ese lugar en donde me esfuerzo por no quedarme dormida sobre la banca y no faltar a clases.
Cuando finalmente escucho el último timbre a las 3:00pm, intento ser la primera en salir por las puertas de cristal que dan a la calle. Debo apurarme en llegar y subir a mi coche para encaminarme entre el tráfico y recoger a mi hermana en su escuela y luego llegar a mi casa.

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